Por los hipódromos de las vanguardias corría una máxima que iba prendiendo de café en café: "Hay artistas que no acaban de creer en las cosas si antes no las ha pintado Cézanne". Y es que el artista de Aix-en-Provence había concretado una pintura inconcreta donde todos los límites y perdían su significado para auparse como algo distinto, como una naturaleza que no es culpable, como un paisaje que no esconde su desviación de lo real, ni su rayo de estupores. Una Naturaleza que no era sometida, sino reubicada en las córneas del que mira como una fiesta mansa, muda y heráldica.
Cézanne empeñó buena parte de su vida (1839-1906) en esto mismo, quitarle a la Naturaleza su carga de concepto imposible. Y hacia ese espacio de su obra apunta ahora el Museo Thyssen-Bornemisza con una exposición reveladora, Cézanne. Site/non-site, de la que es comisario el director artístico de la institución, Guillermo Solana, y que reúne 58 piezas del artista junto a otras nueve de Pissarro, Paul Gauguin, Bernard, Georges Braque, Dufy y André Lhote.
Una expedición por las naturalezas muertas y los paisajes del de Aix. Una aventura insólita que recupera a este pintor incalculable después de más de 30 años sin que una exposición suya recalase por aquí. "Pero después de mucho trabajo hemos conseguido obras maestras necesarias para el argumento de la muestra", subraya Solana. Sus obras ya no se prestan. Sus obras arrasan todos los récords ('Los jugadores de cartas' fue adquirido por la familia real de Qatar por 250 millones de dólares, rompiendo todos los récords establecidos hasta ahora por cualquier artista). Sus obras son seña fundacional de la pintura moderna.
El paisaje y el bodegón son dos de las sendas que Cézanne trabajó durante toda su vida. Y a ambos géneros los fue dotando de calambre propio. Las naturalezas fueron mutando a paisaje y los paisajes a bodegón. Y aquellas formas sueltas de lo natural derivaron al final a líneas rectas, a zigzags, a ángulos, a una extraordinaria libertad de composición que sirvió a ciertos teóricos de las primeras vanguardias para ondear la obra de Cézanne como precursora del cubismo: "Y es cierto que algunas de sus pinturas finales resultaron fuente de inspiración para los primeros cubistas, a los que fascinó esa geometría de su última etapa creativa", subraya Solana. Es decir, hicieron de él un jefe de expedición de lo porvenir.
Precursor
Y algo de eso hay en esta muestra. Una espeleología por las cavernas de una pintura nueva. Aquella con la que él irrumpió como un tipo sin compañeros de viaje, con su caja de pinturas colgada de un hombro. Recorriendo los paisajes de la Provenza con la clara voluntad de forzar aquello que veía, de recrearlo, de representarlo de otro modo, de ir más allá. "Cézanne recorrió aquellos lugares desde que era un adolescente, y siguió haciéndolo cuando era un sesentón. Su pintura está muy relacionada con ese sentimiento hacia la tierra, aunque también estudiaba mucho la composición de sus cuadros", comenta el comisario.
Hay piezas fastuosas que generan esa impresión: 'Curva en lo alto del Chemin des Lauves' (1904-1906, prestado por la Fundación Beyeler), 'Casa en Provenza' (1885, del Museo de Arte de Indianápolis), 'Retrato de un campesino' (1905-1906, propiedad del Museo Thyssen) o 'Paseo en Chantilly' (1888, del Toledo Museum of Art). "En todas estas obras es fácil apreciar cómo el artista dota a sus paisajes de un sentido táctil que consigue articulando la arquitectura de lo natural", incide el comisario.
Hay algo de enigma en esta exposición. Ese misterio que avanza un creador cuando el tiempo ensancha su mundo, su estética, su mirada, la hondura de su viaje extremo. A Cézanne le apedraron los críticos de la época. "Fue el más rechazado de los pintores impresionistas, pero ahora es el más duradero", ataja Solana. Sólo al final del camino comenzó a ocupar el espacio que le habían racaneado. Pero nunca es del todo tarde cuando se sabe lo que uno viene a decir.
'Site-non-site'
No estamos aquí ante un paisajista al raso, sino ante un generador de territorios propios. Ante un abstracto que utiliza materiales concretos. Ante un geométrico que sabe extraer la línea de las curvas del aire. Ante un tipo que crece aceleradamente, con la misma lentitud del campo. Ante un observador que no levanta acta de las estaciones del año, ni de lo natural por lo natural, sino que descubre un sitio nuevo: dentro del taller o a pleno aire.
De ahí el subtítulo de la exposición, Site-non-site, dos conceptos acuñados por el artista Robert Smithson al reinterpretar la obra del pintor francés y destacar su fuerte vinculación con el territorio. Es el diálogo, también, entre el interior (naturaleza muerta) y el exterior (paisaje). Entre lo dominado y lo crudo. Entre el artificio y la ruptura.
Todo eso está en Cézanne, con la vitola del visionario, con ese rastro de místico del flúor que avanza más allá en su pintura, hasta las zonas afectadas por lo inesperado, por el naufragio de la contraorden. Por lo inédito.
cortesia elmundo.es
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