Cada otoño, la sierra madrileña se convierte en una especie de Viejo Oeste. Seteros con cestas de mimbre y chubasquero se adentran por los bosques poseídos por la fiebre del oro de las setas. Este año no ha habido tanta abundancia de hongos como el pasado otoño, lo que disparado el precio de los boletus y los níscalos: el kilo ha oscilado en mercado de 15 a 20 euros.
Desde hace un tiempo, los alcaldes de la Sierra madrileña han notado un aumento de la profesionalización de los recoge-setas. «El problema es que ya no se sube a coger setas, sino que suben los depredadores que lo arrasan todo, y además las usan para el negocio», afirma el alcalde de La Acebeda, Adolfo Hernán González, cuyos pinares, donde proliferan los boletus de todo tipo, son tierra prometida.
«Ya no llevan ni cestas para recogerlas, sino sacos de basura», relata el alcalde, que ve como al llegar el otoño comienza el daño a la flora: «Algunos llegan con rastrillos y claro, arrancan los micelios (hongos), lo que provoca que las setas no vuelvan a salir, lo suyo es que las corten a ras de suelo».
Por ello, este alcalde, junto a otros 21 municipios del corredor de la A-1 (Horcajo, Somosierra, Robregordo...) llevan solicitando desde hace dos años a la Comunidad de Madrid que instaure un sistema de protección micológica. Desde estos ayuntamientos han elaborado una serie de sugerencias que se podrían implantar, como controlar que cada persona no pueda coger más de cinco kilos o que se paguen unas tasas antes de subir a los pinares en busca de los hongos.
cortesia elmundo.es
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