Le ofrecieron "un puestazo". Y ante sorpresa de todos dijo que "no". Sus familiares y amigos no acababan de entender cómo pudo dejar "una carrera de éxito". Su relación personal saltó también por los aires. Al principio sintió un vacío insondable, pero con el tiempo le sacó jugo a los lunes al sol. Y con el dinero ahorrado de la indemnización (y con un préstamo familiar) se compró un pisito de 29 metros cuadrados.
Ahí sigue a los 41 años, pedaleando contra viento y marea en su impagable refugio urbano de la Barceloneta, la plataforma desde la que saltó a su "vida actual", más sencilla y frugal, más feliz y tranquila.
cortesia elmundo.es
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