“The dream is over”, diría John Lennon en “God”. Aquí, en Madrid, la ilusión europeísta ha terminado. Se sienten lo que siempre fueron: sudacas trasplantados que pagaron demasiado cara la ilusión de volverse ingleses, o alemanes.
El paisaje español se ha latinoamericanizado. Hay trapitos en los semáforos, inmigrantes pidiendo dinero a los turistas en las mesas de las terrazas, piquetes, escraches y miedo, mucho miedo: miedo a perder el empleo, miedo a que aumenten todavía más los impuestos, miedo al corralito, miedo a la falta de opciones.
Le preguntaba a un chofer por qué todavía creen en Rajoy: “Ya sé que no tiene sentido -sonrió-. Es como amar al Diablo. Pero es lo único que tenemos”.
Los escándalos de corrupción comenzaron con el socialismo, llegaron luego a la derecha y ahora avanzan a la familia del Rey, que ha comenzado a ser víctima de silbatinas en los actos. Simplemente, no quedó nadie. Izquierda Unida crece, pero no lo suficiente para ganar una elección nacional, y la crisis dividió las regiones autónomas, que buscan ahora sin más su independencia. Cataluña es el mejor ejemplo. El hijo del ex presidente eterno de la Generalitat, Jordi Pujol, fue esta semana el emblema de la corrupción española: ganó 12,7 millones de euros en un día con una empresa de un solo empleado. Iniciatives Marketing i Inversions es una de las empresas de Pujol investigadas por mover 32 millones de euros en trece países, entre ellos paraísos fiscales. Obtuvo ese beneficio en 2008 gracias a “ingresos extras”.
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cortesia clarin.com.ar
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