En el escándalo del espionaje del gobierno de Estados Unidos a millones de individuos encontramos que se superponen varios temas de quemante interés como si estuviéramos pelar una gran cebolla de principios éticos y realidades contemporáneas.El primero de ellos tiene que ver con quiénes son los afectados en este descomunal sistema de vigilancia masiva que Edward Snowden reveló a los medios hace pocos días. El presidente, y en general las autoridades de EEUU, se apuró a aclarar que los ciudadanos estadounidenses “no son objeto” del espionaje de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés).Las revelaciones indican lo contrario. Todos somos vigilados de uno u otro modo, y pocos parecerían escapar a los tentáculos de los programas de espionaje telefónico o cibernético revelados por el joven agente desertor de la inteligencia estadounidense. Pero conviene detenerse en la afanosa aclaración de excluir a los estadounidenses en el desaguisado.
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cortesia elobservador
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