Brasil tiene un Thiago, de apellido Silva, uno de los mejores centrales del mundo. Pero le falta un Thiago en el centro del campo como el que la España absoluta ha dejado con los sub 21, porque le sobran centrocampistas y porque la jerarquía a defender no sólo ataña a un equipo, sino a todo un modelo. El segunto título consecutivo, conquistado en Israel, lo confirma. La retransmisión de la final realizada por el canal brasileño Sport V2 transitaba entre el elogio y la nostalgia por la pérdida del hijo de uno de sus campeones, Mazinho.Si en el título conquistado hace dos años, Vicente del Bosque y Fernando Hierro decidieron que Mata y Javi Martínez, ya incorporados a la absoluta, reforzaran a la sub 21, en el caso del azulgrana y de Isco no se trata de futbolistas consolidados en el primer equipo, pero sí en condiciones de haber integrado la convocatoria de la Copa Confederaciones. Lo mismo sucede con Montoya, un trueno, o De Gea, a la espera. Sin embargo, el técnico prefiere mantener el grupo campeón cohesionado y dar rango a la segunda selección, algo que le permite administrar los recursos y las ambiciones.
Para la Federación es, asimismo, una prioridad, y lo prueba que el presidente, Ángel Villar, tomara un vuelo a Lisboa horas después del debut de España en Brasil, en Recife, para desde la capital portuguesa enlazar con Tel Aviv. Hará lo propio de regreso para estar el jueves en Maracaná, por débil que sea Tahití. Así se hace equipo y se hace carrera en la ingeniería federativa.
Thiago o Isco, por no citar a otros jugadores, estarían más que probablemente en la convocatoria de Felipao Scolari si fueran brasileños. Brasil tiene excelentes laterales, con Marcelo y Alves como titulares, buenos centrales, mediapuntas como Oscar y atacantes del nivel de Neymar o Hulk. Sin embargo, le falta semejante nivel en el ombligo, donde se diseña el juego, y donde han habitado personajes como Toninho Cerezo, Mauro Silva o el papá de Thiago, por ejemplo. Scolari lo compensa con un Brasil más directo: cuanto antes conecte con Neymar, mejor. Veremos si las prisas no la desnaturalizan.
cortesia elmundo.es.com
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