domingo, 5 de mayo de 2013

LITERATURA O BROMA INTELECTUAL? CORTAZAR


Rayuela fue desde el principio mucho más que una novela. Fue un manifiesto, una bandera, un grito de liberación, un poema de cientos de páginas, un laberinto, una temeridad. Se publicó en el momento justo, como si hubiera sido la concreción de un plan superior. En junio de 1963 el mundo estaba preparado y ansioso por devorar las letras en español que se escribían en América Latina. Y Rayuela le dio a ese mundo pasajes de una prosa elegantísima, una atmósfera poética cautivante, personajes capaces de sobrevivir fuera de la novela y una manera agresiva de relacionarse con el lector, descarada, dándole dos estructuras sugeridas de lectura y alentándolo a que creara otras.
Rayuela fue una novela de culto desde que se publicó, pero ese culto fue masivo y desde el inicio fue un tópico de discusión que se ha mantenido a través de estas décadas. Se siguen vendiendo unos 30 mil ejemplares de la novela cada año y es citada con respeto aún por quienes no pudieron con ella. Su autor es uno de los artistas que ha trabajado con más elegancia y profundidad el idioma español. Su erudición era fabulosa, su preocupación metafísica era profunda y sin embargo fue su actitud lúdica, por encima de todo lo demás, lo que lo destacó para siempre como persona y -felizmente para tantos lectores- como escritor. El ganador del premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, aprendiz confeso de Cortázar y uno de sus compañeros de ruta cuando estalló el Boom Latinoamericano, define esa característica mejor que nadie. Es un placer escuchar al peruano hablar de su colega argentino: “Probablemente ningún otro escritor dio al juego la dignidad literaria que le dio Cortázar ni hizo del juego un instrumento de creación y exploración artística tan dúctil y provechoso. Pero diciéndolo de este modo tan serio, altero la verdad: porque Julio no jugaba para hacer literatura. Para él escribir era jugar, divertirse, organizar la vida —las palabras, las ideas— con la arbitrariedad, la libertad, la fantasía y la irresponsabilidad con que lo hacen los niños o los locos.

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cortesia elobservador

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