María Eugenia Álvarez, la enfermera que atendió a Eva Duarte de Perón durante la enfermedad que terminó con su vida en 1952, rememora las últimas horas de una mujer "exquisita y muy dulce" en el sesenta aniversario de su muerte. Argentina recuerda esta semana a Eva, la segunda esposa del presidente Juan Domingo Perón y la única 'jefa espiritual' del país, que falleció el 26 de julio de 1952, con sólo 33 años, a consecuencia de un cáncer de útero. "Era una señora exquisita, absolutamente accesible, muy dulce y adaptada a las circunstancias", asegura Álvarez, que tenía 20 años cuando atendió por primera vez a Eva Perón, durante una operación de apendicitis a la que la primera dama argentina se sometió en 1950.
Ella acompañó a Evita hasta su muerte; comenzó a formarse a los 15 años, llegó a ser directora del internado de enfermeras de la Fundación Eva Perón e integró equipos de apoyo humanitario enviados a varios países vecinos.Fue precisamente en uno de estos viajes donde conoció a Evita. "Ella fue a agradecer el trabajo de las enfermeras, yo era una de ellas, así que me dio la mano y me lo agradeció profundamente". Cuando supo que Evita la había elegido para trabajar con ella, "me quería morir, era una gran responsabilidad", recuerda Álvarez, que acompañó a la 'abanderada de los humildes' tanto en su convalecencia como en la residencia que compartió con Juan Domingo Perón en Buenos Aires. De la etapa final de la enfermedad, menciona la fortaleza de Evita para mantener su actividad y las visitas de miembros de la Fundación, con quienes planeaba la construcción de obras sociales."Aunque era una mujer enferma se reunía con los ingenieros para pensar las obras de la Fundación", explica la enfermera, que evoca Juan Domingo Perón como un hombre "muy familiar y agradecido". De las últimas horas de Evita, Álvarez destaca la "claridad total" con la que hablaba pese a la medicación que le suministraban para paliar los intensos dolores, y que le hacían caer en "una especie de sopor". "El día 25 (de julio de 1952) estuvo dormida profundamente, y yo ya pensé que estábamos entrando en el final de agonía", agrega Álvarez, que atendía a Evita junto a los hermanos de la primera dama, que dormían en una estancia contigua. Esa noche, Eva Perón tuvo un último momento de lucidez del que fue testigo de excepción su enfermera, que la ayudó a levantarse de la cama y llegar al baño."Se lavó las manos y mirándose al espejo dijo: 'Ya queda poco' y yo le dije: 'Si señora, falta poquito para ir a la cama'. Ella me contestó: 'No, María Eugenia, a mí me falta poco'. Yo temblaba", confiesa emocionada la enfermera.María Eugenia sostiene que escuchó las últimas palabras de Evita antes de entrar en un coma que terminó con su muerte a las 20.25 horas del 26 de julio. Tras escucharla por última vez, la enfermera recogió las últimas lágrimas de Evita en un pañuelo. Aunque relató su experiencia en un libro y su historia sirvió para versiones televisivas sobre la vida de Evita, Álvarez no ve con buenos ojos algunas recreaciones sobre la primera dama, como el musical de Andrew Lloyd Webber, aunque celebra el interés que todavía despierta su figura."Ha cambiado todo muchísimo, porque ahora se ocupan mucho más de la figura de Eva Perón, que trasciende sobre todo por cómo fue como persona", apunta. Sesenta años después de la muerte de Evita, María Eugenia no ha podido olvidar la imagen del entonces poderoso general Perón despidiendo a su esposa: "Perón lloró como no había visto llorar a ningún hombre en mi vida", concluye.
cortesia elobservador
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