Munro (Wingham, Ontario, 1931), es una chica de pueblo, de infancia claustrofóbica, en un mundo que, según su propio relato, seguía viviendo como en el siglo XIX a mitad del XX. Para los años 60, ya estaba casada, vivía en Vancouver, era ama de casa y, en un momento de insatisfacción, empezó a escribir relatos a la hora de la siesta de sus hijos. Vaya idea. Nacía así la gran escritora de relatos de nuestro tiempo.
¿Qué es lo que hace reconocible los cuentos de Munro? Lo primero, la fragilidad, la sensación de que sus personajes están a punto de quebrarse en cualquier momento. Su tema, casi siempre, acaba por ser la ruptura. La ruptura con una vida aparentemente grata y rutinaria que tapa insatisfacciones casi inefables. El relato-tipo de Munro presenta a una mujer cuyas relaciones y su modo de estar en el mundo aparenta estar en equilibrio, hasta que algo se quiebra. No hay énfasis en esa manera de romper, la prosa es casi sintética. Pero la emoción es conmovedora.
cortesia elmundo.es
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