Entre 14 y 15 reales diarios (unos cuatro euros y medio) es lo que le cuesta a Elisangela Rodrigues ir y volver de trabajar como empleada doméstica en una casa de la noble zona sur de Río de Janeiro. Primero, el tren. 35 kilómetros separan la ciudad de Nova Iguaçu, donde vive junto a su marido y sus dos hijos, del centro de Rio. Un viaje que "nunca sabes cuánto va a durar", dice esta trabajadora de 39 años, por los sistemáticos retrasos y parones en mitad de la vía.
Rutinas a las que ya están acostumbradas millones de personas como ella que duermen en la región metropolitana de Rio y ganan el sustento económico en la capital fluminense. Después del tren, toca subirse al autobús hasta el lugar de destino con el correspondiente tráfico característico a hora punta.
Este martes, Elisangela se ahorró el precio del billete de tren de vuelta a casa (2,90 reales o 90 céntimos de euro). La manifestación contra el encarecimiento del transporte público se convirtió ayer en una invitación festiva y pacifica a saltarse los tornos de la principal estación de Río (Central do Brasil), entre batucadas y cánticos como: "¡Eh, FIFA, paga mi tarifa!" y "Hoy el trabajador no va a pagar".
cortesia elmundo.es
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