Un extraño pueblo fantasma que permaneció un cuarto de siglo bajo el agua ha reaparecido nuevamente en las tierras de labranza al sudoeste de Buenos Aires. Epecuén fue otrora una concurrida localidad turística junto a un lago, donde 1.500 residentes atendían a 20.000 turistas cada temporada. Durante la época de oro de Argentina, los mismos trenes que exportaban cereales a todo el mundo traían visitantes desde la capital a los balnearios de agua salada de este poblado.
El lago era especialmente atractivo porque tiene 10 veces más sal que el océano, lo que dota a los cuerpos de gran flotabilidad. Los turistas, especialmente gente de la copiosa comunidad judía de Buenos Aires, disfrutaban flotar en aguas que les recordaban al Mar Muerto de Israel.Pero luego una tormenta de gran intensidad seguida por varios inviernos especialmente lluviosos en el hemisferio austral hizo que el lago se desbordara en noviembre de 1985. El agua superó el muro de contención e inundó las calles del pueblo. Las personas huyeron con los pocos enseres que pudieron salvar, y en pocos días sus casas quedaron sumergidas bajo casi 10 metros (33 pies) de agua salada.
Ahora el agua se ha retirado casi en su totalidad, lo que ha dejado al descubierto un escenario que parece tomado de una película sobre el fin del mundo. La aldea no ha sido reconstruida, pero se ha transformado de nuevo en una atracción turística para la gente dispuesta a manejar por lo menos seis horas desde Buenos Aires por estrechos caminos rurales que recorren 550 kilómetros (340 millas).
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cortesia elobservador
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